miércoles, 30 de septiembre de 2009

Confesión voluntaria de un asesino ante un Tribunal de Justicia


A François de Montcorbier

Sucedió un día sin nombre
Por la luna recuerdo
Quizá fue 15 ó 16
Tocó a mi puerta una mujer
bella y triste
en busca de caricias
Quería calmarse el llanto de piedra; la traía
arrastrando como otoño hambriento
De sus ojos asomaba fulgurante
una oscuridad quebradiza
Me dijo “mi madre dejó la vida”
No supe qué decirle
Intenté aliviarla con el amor
que comienza en abrazo
Pero al sentirla frágil
Alguien en mí comenzó a latir
Quise trozarle en pétalos la piel
para que el dolor saliera en gotas
como una lluvia que acaba en flor
debajo del ramaje
Sentí las fauces abiertas del instinto
Una presa herida entre mis brazos
La lozanía de sus senos tristes tocándome
Notas vivas en movientos fúnebres
La sometí al derrumbe
Desde las altas cimas de mi deseo
Le descarné el cuello delirante
Comencé a tratarla como esclava
Híncate Desnúdate Sangra
“Marioneta no mires”
No pude hundirle palabras de consuelo
No pude extraer su sufrir con docilidad
Que la negra violencia merodeaba ya mi pulso
Preferí sentirla desangrarse
Gritándome presa entre mis labios
Ebria y sin saber quién era


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