martes, 19 de mayo de 2009

El estratega


Un viejo trabajaba muy en silencio, obstinado con una pluma y papel en manos escribía sin parar. De pronto fue irrumpido en su trance por una voz gruesa pero fraternal.
-¿Qué haces Mario?

-Estoy corrigiendo un poema que escribí hace años -contestó con cierto tono familiar.
-Déjalo, no tiene caso, por más que quieras corregirlo no tiene mucho sentido -replicó la voz amigable.
-¿Tú quién eres para decirme eso? –contestó Mario, aspero, con la mirada aún clavada en los garabatos.
-Soy Dios...¿gustas un cigarro?

Mario interrumpió su escritura. Soltó la pluma al lado del cuadernillo y contestó con tranquilidad:

-Sí, gracias -dijo resignado- a mí también me gustan sin filtro. Pero dime -exclamó con sorpresa- ¿qué haces tú aquí? ¿No deberías estar corrigiendo tus propias creaciones?

-Sí, eso intento, pero por más que lo hago nunca estoy satisfecho. Por eso te digo que ya no trates de corregir las tuyas. Quedarán publicadas así como las dejaste. Un día no lejano un vivo no tardará en encontrarlas en ese cuadernillo azul que usabas cuando joven y los publicará para ganarse alguna plata.
El viejo Mario se levantó, prendió el cigarro con cierta parsimonia y comenzó a dar de vueltas lentamente alrededor del escritorio que despedía un fresco olor a cedro. Con las manos atrás se detuvo y se quedó con la mirada perdida pensando casi un minuto. Luego prosiguió con voz calmada:
-¿Pero tú por qué me dices que pare de corregir lo mío? Tu sigues intentando corregirme ¿no es así? ¿Acaso los 2 hemos dejado de existir y permanecemos sólo en nuestras obras? ¿no es esto lo que esperamos siempre?
Dios, pasmado, prendió también su cigarro y le dio una fumada tan fuerte que terminó sacando una gran bocanada de humo. Y tosio mucho con esa resonancia reseca de unos pulmones ya muy usados.
-No lo sé. Yo he tratado de hacer entender a la humanidad pero no me han dejado descansar en paz. Además las religiones no ayudan en nada, sólo a los que se pudren en la fé, manejándolas. Además siempre he sido muy necio. Pero entiéndeme ¡yo también me canso Mario! –dijo con cierto aire de desesperación y la voz intranquila-

El viejo Mario, conmovido, le puso una mano en el hombro y contestó:
Yo te comprendo. Vivir en Uruguay, en Lationamerica, en varios países del mundo, tampoco ha sido fácil. Pero Dios ¿no leíste mi novela Gracias por el Fuego? -preguntó Mario intrigado-
Dios un poco apenado y con una sonrisilla burlona contestó:
-No. Rimbaud y Baudelaire me siguen robando el sueño.

- No te preocupes, suelo traer un par de ejemplares en mi equipaje. Sabes, tengo la sospecha de que vamos a convivir por largo tiempo ¿Tienes ajedrez?
Sí tengo -contestó Dios con cierto alivio luego de un gran suspiro-
- El viejo Mario, contento, contestó. Verás, un día dije a una mina, mi táctica es…

2 comentarios:

hierbabuena dijo...

Increible, cautivante, me has dejado con una gran sonrisa!

Luis Alfonso Lomelí Del Angel dijo...

Gracias hierbamable, tu comentario también me ha dejado alegría. Un abrazo