viernes, 1 de mayo de 2009

El factor humano


Sí, sabemos que los verdaderos puercos usan mimbre para urdir nuestros ojos y dejarlos inmóviles, como zombis. A veces los extraen con alfileres para fijarlos en insectarios, usan las cavidades como probetas y nos miden, sembrándonos el miedo hasta las entrañas, ese miedo pálido que se prolonga como una enfermedad venérea o como la lepra. El miedo que pudre la sangre y que sin embargo tantas veces sedientos nos bebemos en los vinagres de la vida ¿cuántas veces como frutos caemos convertidos en cerdos virulentos? ¿De cuántas copas rotas hemos tomado sin partirnos los labios? ¿Cuándo el miedo se enciende adentro y detona todas sus raíces enredadas en nuestros tobillos como serpientes silenciosas que nunca presentimos? Y no es el miedo del guerrero que es el más estético, pues en las cicatrices hondas de lo incansable del corazón encuentro la más efectiva de las armas. Tampoco es ese miedo sobresaliente y arrojado de una bella madre. Es la puerilidad la verdadera peste. Es la ignorancia y la insensibilidad los maricas que sólo pueden hacer de un fango ennegrecido el alma. Yo canto y echo humo para ahuyentar a los mosquitos, esos que siempre rodean la muerte, que fastidian con roces de oído en la humedad caliente de mis noches más ruinosas. Le canto al miedo de dejar de ser ese que camina con mis únicos zapatos. Grito MIEDO DE NO SER Y DE LA MUERTE. ¡Ay la muerte ya tendrás tiempo para contestar si quieres ser mi novia y que los reclamos vengan luego! Pero yo soy el miedo de estas líneas que se impregnan en mi mente como un gigante que puedo derribar pero que puede aplastarme, como una torre de libros, soy el miedo de que el sol un día no asome sus ojos rojos, que dejen de sonar los antiguos tambores, soy el miedo de mí a mí por mí, el miedo pesadilla tan profundo y frío, la mula alada que desciende en las tinieblas, que se atrapa en nosotros como un hipnotista sentado en el televisor. Cada uno tiene que ser dueño de sus propios perros y romper los hilos de sus peores marionetas. Recomiendo elegir ser el miedo como instinto de vencer una batalla en el laberinto, de no rendirse en el tedio ¡Oh! he hallado navajas de afeitar que no dicen mi nombre. Tengo palabras para hacer la guerra al mundo pero mejor me seco con bragas el peor de mis llantos y canto estas líneas llenas de miedo. Miedo de no tocar tus senos nunca, de no calmar contigo mis dolores. He roto múltiples espejos que suponían mi rostro. He visto crecer los ecos que frecuentan mis abismos ¡qué maravilla, cuánta hondura hay en la textura de un cubrebocas! ¿cuál es el miedo del cosmos, el miedo de los átomos, el miedo de Dios? Cada uno sus propios usos y costumbres. Sinfonía de los astros toca el miedo, brilla como los ojos de los que miraron hacia arriba desde el oscuro lodo y optaron por seguir en movimiento siempre, en un tracto sucesivo hacia el sur.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola,
supongo que eres el amigo de marco, los dos marco.
Te mando un abrazo, yo también quiero poder fumar una mujer.
Miguel Maldonado